Como el yoga cambió mi vida para siempre... (Parte I).
Cuando me preguntan cómo y porqué me interesé por el yoga suelo sonreír, porque no fue algo que nadie me recomendara, ni tuve ninguna amiga que lo hiciera y me animara a probarlo...nada por el estilo. De hecho, no conocía a nadie que hiciera yoga por aquel entonces ni sabía de la existencia de clases en mi ciudad, pero aún así algo se despertó en mí y quise probarlo.
Por aquel entonces tenía 22 años, siempre había "huído" literalmente de los gimnasios, (me horrorizaba meterme en un sitio para hacer deporte, a parte de que me aburría soberanamente; que me perdonen los amantes de ellos, jeje), pero no me van. Siempre preferí hacer deporte al aire libre, en la montaña, sentir el aire fresco, rodearme de naturaleza, y sumergirme en mis pensamientos junto a los árboles..(ya empecé a meditar así).
Aunque tengo que reconocer que más de una vez probé clases dirigidas en gimnasios femeninos, donde te hacían circuitos que alternaban algo de máquinas con ejercicios dinámicos y que junto a mi hermana disfruté un par de meses.
Pero una mañana ocurrió. Al despertarme tenía el cuello totalmente bloqueado. Tenía una contractura enorme que no me dejaba ni levantar el cuello ni girarlo para incorporarme en la cama. Tengo que reconocer que me asusté muchísimo. Nunca me había pasado nada por el estilo.
No sé ni cómo pude vestirme y meterme en el coche para ir a urgencias, mi cuello era un bloque literal.
Después de varios pinchazos de antiinflamatorios empecé a poder moverlo, pero las secuelas que me quedaron tanto físicas como psicológicas me hicieron decirle adiós para siempre a los benditos gimnasios. Sin duda me había hecho daño levantando quién sabe qué máquina o haciendo un mal movimiento.
Me propuse hacer algo totalmente diferente. Había oído de los grandes beneficios del yoga para mejorar la postura y aliviar contracturas, a parte que siempre me había llamado la atención el tema de la meditación, la India y su filosofía de vida.
Me puse a buscar clases de yoga en mi ciudad, y enseguida di con unas clases que se hacían por las mañanas y el horario me venía genial.
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Ese fue mi primer contacto con Hatha Yoga, un yoga basado en el conocimiento y la observación de tu cuerpo gracias a posturas que flexibilizan tu columna, incentivan tu concentración, te conectan con tu respiración y te llevan a un estado de meditación contigo mismo.
Salí de esa clase con una mezcla de extrañeza, bienestar y mucho interés por seguir probando. Y así fué. Continué explorando y conquistando las posturas varios meses más hasta que un día, mi querida Lola, mi mentora y maestra, quiso enseñarnos un poquito del yoga que se estaba formando ella misma y que tanto le gustaba: Kundalini.
Quién me iba a decir que ese sería solamente el primer paso para descubrir el yoga con el que verdaderamente conectaría, el que me haría dar el paso para querer formarme como profesora, y del que a día de hoy, más de 10 años después sigo totalmente enganchada.
Otro día te sigo contando...